«Soy de la población La Ermita de Lo Barnechea. A mi mamá no le gustaba que estuviera en la casa, me estimulaba a hacer todas las actividades que quisiera, así es que desde chico he hecho deporte para alejarme de las malas juntas.
Los golpes del boxeo son más blandos que los de la vida: mi papá es drogadicto, consume cocaína desde que yo tenía dos años y hace cinco se metió en la pasta base. No lo veo desde el año pasado. mi hermana Fernanda, que tiene casi 10 años y también boxea en la Fundación, no lo ve desde que era guagüita.
Llegué a los talleres de Ganémosle a la Calle hace tres años con mi polola Francisca Quilodrán. Vimos un cartel, no metimos a la página web y también a la de Club Ringo, que hace los talleres en los que participamos. Vinimos a una clase de sparring y nos dijeron que teníamos corazón, que la técnica se podía mejorar y que empezáramos a venir. La Fundación y el Club nos dieron la oportunidad de entrenar completamente gratis. Los profesores siempre están para subir el ánimo o dar un buen consejo, nos consiguen peleas y nos cuidan, la salud es lo más importante. Una vez me bajaron del ring porque supieron que mi contendor, que tenía igual número de combates que yo, era profesor hace diez años.
Practicamos casi todos los días de la semana y en el taller de los miércoles ayudamos a los más chicos. A mi hermana siempre le digo que esto nunca va a ser obligación. A veces le quito el celular para que haga las tareas, pero jamás la castigaría con el deporte. Ella lo practica por sus propias motivaciones; muchos le dicen que va a ser la próxima Leona Asenjo o Crespita Rodríguez.
Mi mayor inspiración es Manny Pacquiao, que es zurdo igual que yo, porque salió de la pobreza, fue campeón en ocho divisiones y sigue vigente a los 40 años. El boxeo me ha enseñado disciplina, respeto y lealtad. Es un deporte de caballeros.
Hoy estoy estudiando primer año de derecho y todas las mañanas salgo a trotar».
